El amor

La mano que te dice

el pulso que te besa

la fiebre hecha mirada

la búsqueda

el encuentro

la perdida

el olvido

la memoria

Y cada vez

vuelta a empezar

a decirte con las manos

a besarte en los latidos

a buscarte y encontrarte

a perderte y no olvidarte.


Tareas para un domingo

Despejar los cristales de humo y telarañas

esas cortinas que lo empañan todo

sacudir el polvo de las viejas fotos

deshacerse de ellas

arrancar de las paredes el verde sucio del moho

detener el latido

ahogar el impulso

secar el beso

silenciar la voz

callar las manos de caricias y sueños

sofocar el ruido de la respiración

y en el último trago de aire denso

mirar por la ventana el azul profundo

el océano infinito de la noche

por un instante

ser aire

ser brisa

ser leve.

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Frappé de silencios

Carámbanos de pena

las frías manos de la melancolía

frappé de silencios mezclados con olvido

densa la noche

la luna tirita entre suspiros

jirones de nubes como gasas, amarillentas, grises

el invierno de agosto en las mejillas

en el vientre

el frío crepuscular del desconsuelo.


Todavía no se

Las hay

pastillas para no soñar

para olvidar, para dormir

para dejar de ser gay

para adormecer la libido y conformarse

castraciones químicas

para no sentir, ni desear, ni querer, ni añorar, ni ansiar

hormonas

nembutales setenteros

ansiolíticos mas antidepresivos

sustitutos legales de la vida

del sexo

de las drogas

del ruido, de la música estridente, de las luces

Conformarse

quedarse quieto

la saliva estancada

la pasión, como un retrato en sepia

el amor

el futuro

como recortes de noticias que han pasado hace décadas

que ya no importan

que no hicieron historia

Todavía no se

cuando parar, cuando sentarme en una banca y no sentir que está rota

dar de comer a las palomas sin sentir que no es el tiempo

que aún no llega el día de la conformidad

que no es la noche de cerrar los ojos

y sea la penumbra confortable de la paz

la serenidad demente del olvido

la lucidez sin asombro

todavía me sacuden los demonios

cada día, cada noche, me estremecen

me abrazan

me  entorpecen el sueño

el ansia, el dolor, la maravilla, el fuego, el desencanto, el miedo, la alegría fugaz

el deseo

la añoranza de todo lo inasible

el reflejo escurridizo de la vida que no cesa

por mucho que yo haga

por miles de píldoras, de ungüentos, de sermones

de baños de agua fría

no se acaba

la búsqueda

el encuentro

el despertar continuo no termina.


Amsterdam

Mis pasos amarillos
rompen el hielo
amanecido en las calles lejanas
de cualquier puerto
no dejan huella
se evaporan las pisadas
en un crujir fugaz
no es terciopelo blanco la nieve envejecida
es cristal
añicos de la luna
opacidad de siglos caídos, al descuido del tiempo
silenciosa es la nieve
de silencio es el agua sin fondo, ni marea
silencioso el tranvía
sólo rompe el silencio ese crujir ansioso de pisadas que no vuelven
que no saben
aún
a que han venido.

La niña

La niña que se instala en una banca rota

deja caer migajas a las palomas ciegas

mientras

las manos se vacían de signos y de huellas

de líneas agoreras de futuros perdidos

se vacían de sombras y de luces

La niña traza un sueño de tiza en el cemento gris de su esperanza.


La belleza de ti, la maravilla.

La piel herida por latigazos de celos

no puede dejar de recordar la tibieza de tu voz, cuando me quiere

no dejan los labios de besar tu recuerdo de sal y fuego

Maltrecho, el corazón no para de latirte

busca en todos sus rincones tu ternura

el poema que le has dado

aquella lágrima tuya

que me hizo heredera absoluta de tu tristeza

algo de tí, que te devuelva entero

un pedazo de pan de tu cariño.