Las caras de mi neurosis

He pensado mucho sobre la trivialidad, sobre la férrea intrascendencia en la que, a veces se instalan mis días, y por casualidad, hoy me he dado cuenta de que algo no marcha bien, cuando en una velada con la familia y un amigo de mis hijos, desconocido hasta éste día para mi, después de beber solo una cerveza, platiqué sobre mi idea, obsesión dije, de pintar, algún día mis dibujos neuróticos.  Al parecer no advertí la expresión de extrañeza o de indiferencia de todos, cuando lo dije y me esforcé en hacerlos comprender de qué estaba hablando; son esas caras, dije, que uno ve en las paredes, los rostros que se forman con las manchas, que cuando estoy contenta, son caras felices y dije esto último poniendo una expresión de felicidad y haciendo ademanes con las manos, pero cuando ando mal, porque me siento enojada, triste o cansada, veo caras horribles, con grandes sombreros como humaredas que salen de sus cabezas.  Hasta entonces me di cuenta, con sorprendida extrañeza, de que mi plática no era adecuada para ese momento, cuando vi al invitado extranjero con la boca abierta y la mirada mas distante que intrigada y mi hija soltó un -es que nadie debe tener manchas en las paredes, queriendo poner fin a mi discurso y aún entonces, insistí en tratar de convencerlos, – es cierto, mis paredes tienen manchas y texturas,  y mi piso también, es igual que cuando encuentras figuras en las nubes, -ustedes no los ven?- les preguntaba.  Fue inútil, me sentí perdida, extraviada, a la orilla de todo.  Estaba sosteniendo una conversación o un soliloquio de borrachos, cuando nadie había bebido de mas y en toda mi sobriedad. Como siempre me vi mostrando una parte de mi que no es de interés para nadie, sobre un tema extraño.  No era el momento ni el lugar para hacerlo.  Un silencio incómodo se adueñó de la escena. El invitado, visiblemente desconcertado, intentó cambiar el ánimo y me dijo que le gustaban unos dibujos que cuelgan en mis paredes, le expliqué que eran de un talentoso artista local y le mostré un dibujo del mismo pintor, que guardo por encargo; es un poco chocante, pues retrata a una pareja entrelazada por falos imposibles que salen de sus cabezas y de sus bocas,  además es un mal dibujo, hecho sobre un cartón de caja de algún vino, a tinta roja de bolígrafo.  No sé en que estaba pensando, he tenido una larga jornada de cansancio y espera, tampoco he dormido mucho los últimos días, y aunque me horroriza hasta el escalofrío cruzar la leve línea  fronteriza de la cordura y me preocupe el tema de la trivialidad y la intrascendencia, estoy segura de que algún pintaré las caras de mi neurosis, que por cierto, hoy se ven sombrías, diría que se miran un poco acobardadas.

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Todavía no se

Las hay

pastillas para no soñar

para olvidar, para dormir

para dejar de ser gay

para adormecer la libido y conformarse

castraciones químicas

para no sentir, ni desear, ni querer, ni añorar, ni ansiar

hormonas

nembutales setenteros

ansiolíticos mas antidepresivos

sustitutos legales de la vida

del sexo

de las drogas

del ruido, de la música estridente, de las luces

Conformarse

quedarse quieto

la saliva estancada

la pasión, como un retrato en sepia

el amor

el futuro

como recortes de noticias que han pasado hace décadas

que ya no importan

que no hicieron historia

Todavía no se

cuando parar, cuando sentarme en una banca y no sentir que está rota

dar de comer a las palomas sin sentir que no es el tiempo

que aún no llega el día de la conformidad

que no es la noche de cerrar los ojos

y sea la penumbra confortable de la paz

la serenidad demente del olvido

la lucidez sin asombro

todavía me sacuden los demonios

cada día, cada noche, me estremecen

me abrazan

me  entorpecen el sueño

el ansia, el dolor, la maravilla, el fuego, el desencanto, el miedo, la alegría fugaz

el deseo

la añoranza de todo lo inasible

el reflejo escurridizo de la vida que no cesa

por mucho que yo haga

por miles de píldoras, de ungüentos, de sermones

de baños de agua fría

no se acaba

la búsqueda

el encuentro

el despertar continuo no termina.


Es un asunto de relatividad

No me cuentes la película, no me hables del teatro del absurdo, no refresques tu memoria de cervezas sin mi, yo moriría por un minuto de tí, por un saludo tuyo, esperaría horas y horas bajo el sol, por ver tu cara, por verte pasar, no por quedarte.  Por eso, no me cuentes tu dinero, cuando sabes que soy pobre,  sé de tu fortuna, porque te tienes y te bastas,  lo sé, eso lo veo, y es como si pusieras el acento en te olvidé, yo sé que lleva acento en la e,  de eternidad sin verte.  Sabes, mi tiempo es otro tiempo, es un asunto de relatividad, en mis horas  cuatro días sin saberte, son miríadas de segundos que se arremolinan en siglos de horas silenciosas y grises, tres días, ignorada de ti, son un charco maloliente de llanto y flores secas.  No me tengas piedad, mejor, quédate contigo, no me des a probar el sabor de tu deseo, soy adicta, lo sabes, no me des más veneno.